viernes, 22 de febrero de 2008

Ediciones Robertho Presenta


Atrapado en la Ciudad.
La zona de combate parecía estar en llamas, los ruidos de bombas se escuchaban a cada rato, un repiqueteo de ametralladoras se disparaba cada 3 minutos, no se distinguía mucho era un infierno, ruidos de gente, bocinas, por alguna razón era testigo del peor combate de los últimos tiempos, hasta que desperté.

Estaba en la ciudad, sí, volví a la realidad.
Yacía acostado, incluso el ruido del ventilador no podía mitigar el insoportable ruido que hacían los albañiles del piso del departamento de arriba.
Por alguna razón hace años que me encuentro atrapado en el frente de batalla, sin poder salir de esta ciudad.
Desesperadamente me vestí y huí a la terminal de micros más cercana, fue como ir caminando con un cuchillo a una zona de guerra en la cual usan armas químicas, todos mis deseos de huir de la ciudad se desvanecieron.
La empresa de transporte mas conocida estaba en huelga por el insuficiente salario que somete a los conductores a trabajar de corrido sin dormir, razón por la cual, este año hubo muchísimas muertes y accidentes.
Imposible viajar, el agobiante calor se hacia notar, tomé coraje y bajé al subterráneo.

Al llegar el subte 3 segundos bastaron para que todo el mundo se agolpase en las puertas impidiendo mi ingreso al mismo, debía tener un plan b, en este caso era caminar!
Comencé mi odisea, las bombas caían por todos lados, robos, carteristas, choques, peleas, calor, manifestaciones, seguía en medio de la guerra.
Las cuadras parecían interminables, el calor las hacia aun mas largas y mi estrés ya no podía crecer mas, estaba en su máximo esplendor.
Mientras caminaba pensaba la manera de poder dejar este infierno y huir a algún lugar donde encuentre algo de paz, hace años que estoy atrapado en la vorágine de ruidos, fuegos, calor, en la mismísima guerra.
La paz puede reinar por las noches pero el bombardeo es hasta por televisión, motivo por el cual elijo leer.
Al llegar a casa los ruidos habían cesado, una tregua de medio día dejaba entrever un poco de paz en el ambiente, intento dormir.

Desperté mareado, por alguna razón había pasado por alto almorzar, esto de huir de los ataques me saca el hambre, tomo coraje y vuelvo a la calle, esta vez mi zona estaba mas tranquila, pero los lugares de compra estaban atestados de gente nerviosa, comprando, discutiendo, abasteciéndose para cuando continúe la guerra, la tan temida guerra que me tiene atrapado en esta ciudad.
El gobierno ha bloqueado las fronteras, el costo del pasaje hacia algún sitio de paz cuesta mucho, casi nadie puede salir, solo algunos elegidos, hasta han colocado un grupo de manifestantes para que no dejen huir a la gente a algún país vecino.
Tengo que pensar la forma de salir de esta guerra, alguna solución debe haber, no puedo desesperarme, ya mis ataques de pánico están complicando bastante mi sociabilidad.
Los celulares comienzan a sonar, suenan por todos lados, los evito, seguro son espías que quieren saber si hay alguien vivo, si pueden reclutarme para el frente de batalla.
Descarto toda posibilidad de intercambiar mas de dos palabras con extraños, no quiero darles mucha información, ellos pueden volverse en mi contra.
Un guerrero solitario con 10 perros me mantiene atrapado contra un edificio, razón por la cual trato de no descomponerme, me repito afirmaciones, no demuestro miedo, trato de disimular, mi estrategia fue efectiva, al no verme como un enemigo, el guerrero decide abandonar un perro en manos de su dueño y parte hacia algún lugar desconocido.
Llego a casa.
Busco el significado de Paz:
“La palabra paz deriva del latín pax. Es generalmente definida, en sentido positivo, como un estado de tranquilidad o quietud, y en sentido negativo como ausencia de inquietud, violencia o guerra.”
Trato de imaginarla, viviendo años en una guerra ya he olvidado lo que ese sentimiento significa para mí. Si tan solo pudiera encontrar la forma de alcanzarla, últimamente mi meta es esa, huir hacia algún estado de paz.
Suena el teléfono, a pesar de los riesgos podría tratarse de un llamado alentador, una salida. Con el poco coraje que aun guardo decido atender
Esta vez viene de la mano de un psiquiatra, que promete alejar los ataques con unas pastillas y me jura que es por un tiempo, que después puedo dejarlas, la guerra habrá terminado y la paz reinara.
Noto un estrés en su voz al preguntarle si también abastecerá a toda la ciudad de pastillas, creo que el trabaja para ellos, para los que desatan la guerra todos los días, por alguna razón se enfurece sin demostrármelo y me dice que cuando me decida lo llame.
Ya no le puedo creer, no quiso prometerme que también todos tomarían la misma pastilla, incluso, por más que quisiera el gobierno que es el que regula su venta, no me deja comprarlas, el precio es muy elevado. Son increíbles, controlan todo, absolutamente todo.
Pienso en el tiempo que hace que no escucho a mis amigos y en los amigos que se unieron al frente de batalla, me alegro por los que pudieron huir me los imagino pasándola bien.
Vuelvo a descansar, repito mis afirmaciones, escucho algún mantra, me duermo pensando que quizás al otro día, al despertar, pueda encontrar la forma de huir de esta guerra.




Testimonios:




Mirta Legrand dijo "Buenisimo me voy a hacer otro tatuaje en el orto"


Lita de Lazari dijo "Hijos de puta nos descubrieron, denles mas droga"




*Sres, seguiremos desenmascarandolos, muy buen libro se los recomiendo!

1 comentario:

Anónimo dijo...

buenisimo, ellos mismos dejan que te vendan la pastillita para las guerras y despues la prohiben para que cotize mas.
Muy buen relato (no se yo lo interprete por mi lado)
saludos.